así como en la roca nunca vemos/ la clara flor abrirse,/ entre un pueblo hosco y duro/ no brilla hermosamente/ el fresco y alto ornato de la vida./ por esto te mataron, porque eras/ verdor en nuestra tierra árida/ y azul en nuestro oscuro aire.

leve es la parte de la vida/ que como dioses rescatan los poetas./ el odio y destrucción perduran siempre/ sordamente en la entraña/ toda hiel sempiterna del español terrible,/ que acecha lo cimero/ con su piedra en la mano.

Triste sino nacer/ con algún don ilustre/ aquí, donde los hombres/ en su miseria sólo saben/ el insulto, la mofa, el recelo profundo/ ante aquel que ilumina las palabras opacas/ por el oculto fuego originario.

La sal de nuestro mundo eras, vivo estabas como un rayo de sol,/ y ya es tan sólo tu recuerdo/ quien yerra y pasa, acariciando/ el muro de los cuerpos/ con el dejo de las adormideras/ que nuestros predecesores ingirieron/ a orillas del olvido

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luis cernuda.- a un poeta muerto (f.g.l.)

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